martes, marzo 23, 2010

El Final

Miles de emociones se embotellan para reducir el campo visual. Caminos que se abren y se cierran, los ojos que están nublados, y esta extraña sensación de lo inconcluso. Los conceptos que se creen tener varían, cambian, constantemente, el tiempo hace de las suyas. Difícil resulta caminar oblicuos, imposible elevarnos. Sólo sabemos que queremos volar pero no encontramos el por qué. Mariposa vive lo que dura su vuelo, su vuelo le cuesta la vida. Es justamente por eso que el cielo elige a sus navegantes, él decide quién disfruta de su inmensidad naturalmente, los extraños deciden la dirección de su viaje, y uno observando, siempre como espectador. ¿Cómo será ser protagonista? Nunca nadie supo decirme, cómo se llega a eso, qué caminos se eligen para finalizar en la ruta que concluye nuestros pensamientos, el modo en que nosotros queremos que concluyan. ¡Tantas botellas llenas de vacío! Llenas de ese insulso y a la vez sumamente interesante vacío. El mismo que sentimos cuando lo dejamos pasar, el mismo que nos rodea cuando nos sentimos llenos. De una forma u otra siempre presente, firme en su esplendor. Las aves conviven con ellas, las mariposas, y bien saben sentir envidia de su corta e intensa vida, pero no dejan de volar, andar, por el mero hecho de su naturaleza misma. Así como las gotas de lluvia quisieran poder sumergirse frecuentemente en aquel oscuro azul rodeando las porciones de tierra que nosotros, quienes gozamos de dos piernas para correr, pisamos con naturalidad. Como el correr del tiempo fluimos en el curso que fuimos inmersos. Como gotas de lluvia caemos, chocamos, y nos unimos en la superficie.