Cerré los ojos y allí estaban.
Como en una especie de
fiesta-de-cumpleaños-sorpresa,
mis allegados, todos parados uno al lado del otro, mirándome.
De cierta forma se hallaban divididos por grupos:
estaban las horas y los días por la izquierda;
a la derecha los más pequeños,
los minutos y los segundos;
y en el medio quienes parecían ser los organizadores,
mis recuerdos.
Cuando abrí los ojos ya parecía ser verano,
calor,
sol
y sonrisas brillantes por todos lados.
Ahora me pregunto
qué será
cuando los más pequeños hayan crecido
y nadie recuerde
ni las sorpresas,
ni las sonrisas del verano.