domingo, diciembre 09, 2012

Algunas letras de algún cuaderno tirado por ahí

El fondo es naranja, y las sensaciones son tan nuevas que pareciera ser un primer viaje en tren, andando en este tramo incontables veces transitado. 
Cada gota que cae es una persona menos en el vagón. Es hermoso. Todas las estaciones se ven como nuevos y distintos contrastes. Es lineal, pero ningún eslabón es reemplazable. 
Parece mentira estar mirando un film desde una ventana cerrada, llena de líneas de agua que la atraviesan, gajos de luz que la oscurecen. 
Los cuerpos se sacuden simultáneamente a cada golpe de las vías, mi mano izquierda se mantiene despierta por el resto del cuerpo que se halla completamente inmóvil.
¿Serán los ladrillos y el resplandor de las luces blancas y rojas, somníferos de una vuelta a casa en 'el rápido'? Creo que tal vez son los ojos que no encuentran nada, los ojos que se esquivan entre sí. Buscan cuerpos, caras, prendas, olores, pero bajo ningún punto, buscan encontrarse con algún otro par de ojos que ande igual de perdido. Jamás. Es como si nos sintiéramos encerrados en nosotros mismos. 

Por momentos pienso que no nos buscamos porque simplemente sabemos que no nos vamos a encontrar. Sí sucede que nos buscan desde los afiches. Cara a cara somos irreales, cobramos vida a partir del papel, de comprometer al otro desde la mirada. Y no se trata de un intercambio recíproco, parece una búsqueda del control y la dominación del otro.
Un impacto brusco me vuelca en la escena otra vez. El reflejo de los árboles baila ágil sobre la vías frías. Ciertos sucesos gritan pidiendo la atención que les es negada cuando todo sigue su curso normal. 
Cuando dos conductores empiezan a correr una picada llegando a Haedo, el tipo de al lado empieza a pelar sus cables. Todo es tan real.
Los vagones desnudos duermen, creyendo pasar desapercibidos. Al igual que el tipo de los cables, y que los ojos buscando cuerpos, caras, prendas y olores. 

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