jueves, enero 21, 2010

Vuelo que se hace costumbre

El equilibrio en nuestras cabezas debería ser algo innato en cada ser que habite este suelo. No es imposible, simplemente complicado.
Nuestro entorno puede darnos mucho más de lo que la mayoría de las veces creemos, es así como llegamos a tener grandes sorpresas y en determinado punto de la historia comenzamos a apreciar en mayor amplitud lo interno tal como lo externo. Se dificulta sobremanera adquirir la capacidad de descubrir, sostener la actitud de dejarse sorprender, disfrutar el minuto a minuto, sin significar eso olvidarse de lo que fue y lo que será, sino tener presente que las circunstancias se dan sólo una vez y nadie volverá pasos atrás para repetir lo que ni nosotros mismos supimos valorar.
A veces me detengo a observar aquellas cosas que se llevan mi cabeza y la usan de barrilete como si el resto de mi físico no estuviera debajo. Hojas que vuelan, llámese mariposas, las mismas mariposas que me conducen a esa palabra en primera instancia, rayas en el cielo quemadas por el crepúsculo, luces que titilan intentando transmitir alguna de sus grandes características, marcas en la piel, secuelas de historias perdidas en las andanzas de una memoria. Cada pequeño detalle enriquece notablemente mi bienestar, tal vez aquel equilibrio con el que comienza una narracion, tal vez la sensación de estar vivo en un mundo cercano nutrido por la muerte, mediocre e ilusorio en la mayoría de las ocasiones.

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