miércoles, diciembre 30, 2009

diversidad de transición

El tiempo parece estar tocandome la espalda y no lo estoy percibiendo. ¿Es posible? trescientos sesenta y cinco días corriendo sobre mis pisadas. Siento haber estado durmiendo, y soñando, a veces atormentada por pesadillas, en ese vuelo constante, presente y al mismo tiempo observando lo que transcurre.
Los cambios me abruman y entusiasman en una sola pasada, la ansiedad de sentir, transmitida por la in o evolución. Procesos de corta y larga duración que me lavan la cara en cada paso que doy.
Resulta casi imposible resumir la vida, así mismo olvidar. Es por eso que aunque a veces se torne insano tomamos aquella dosis de recuerdos que nos oxigenan. Recuerdos que se esconden en busca de pasar desapercibidos ante nuestra mirada ligera, y terminan por ser hallados en lugares reconditos, nosotros buscandoles una solucion aunque el tiempo no nos de esa segunda vez que esperamos. Ilusos, por supuesto, pero no del todo perdidos. Ya mencionado aquel recuerdo que quiere ser solucionado (partícipe del drama), existe también el que no surgió como problema, sino tan solo como un suceso en el que ocupamos nuestra memoria. Ese es el que nos impulsa, nos mantiene vivos aunque sepamos que no se va a repetir. Nos lleva en busca de experiencias similares u otras alternativas de supervivencia.
Gracias a ellos puedo afirmar que los días que me siguieron las pisadas no fueron en vano, me invitan a mirar hacia atrás y afirmar que con palos y todo pude disfrutarlos. Me siento más despierta mirando cómo fue que pasó, aún más viva caminando los días que vendrán.

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