Todos los días, sin excepción,
Y no son de las estrellas amenas a las personas reposando, ni de las amigas de los alérgicos o teclados de computadoras. Son estrelladas enemigas de todos, incluso de ellas mismas. Son enemigas de las ideas, enemigas de las sábanas. No se bancan el correr de los días y saltan, a su supuesto vacío, a mi verdadero caos.
Se filtran por mi garganta directo hacia mis pulmones. Me acosan, me persiguen, me trastornan. No me dejan sola ni un mísero minuto, y lo peor de todo, me obligan a partir.
Y me pregunto, entre tanta inmensidad, ¿por qué venir a corromper la inalcanzable paz de este humilde cubículo, de este ente perturbado?
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