martes, agosto 04, 2009

El gris azulado que me cubre, esa gota cayendo, el brillo del suelo que opaca los rayos del sol con total facilidad. Autos circulando, entre camiones, camionetas, bicicletas, motos, personas caminando que mis oídos no llegan a advertirme de su presencia. Los árboles me abrazan, las nubes me amparan, la música que ellos cantan me habla y escucha al mismo tiempo, su mirada me guía e ilumina cuando me olvido de cómo andar. El triciclo oxidado me lleva a dar un paseo por la libertad, me rio en el camino, divago y entramos en confianza. Su mamá la que vive en el tanque me auxilia cuando se me parte alguna pieza que me conforma y nunca, nunca me dejan sentirme sola. Los gatos son tímidos a la luz del atardecer, sólo les queda un rato. La luna sale maravillada, mientras el sol se va, (se siente cansado, agobiado, necesita dormir lo que dura un eterno suspiro). Es el aire que entra sin siquiera pedir permiso, y me mantiene despierta aunque se que inconcientemente es el estado que más me gusta atravesar. Parezco sólo escuchar y observar, pero me mantengo hablando, en silencio, mis ojos cubren el espacio que mi boca solía. La pollera violeta parece cubrir hasta mi cabeza completamente, sólo que mis ideas no dejan de escapar como hacen en su rutina, y mis zapatos sólo sostener mis brazos y espalda, mis piernas hacen sus bailes como de costumbre. Mis pelos ondulados se pelean, y los invisibles que aman desaparecer se mantienen intactos, como si se perdiera su esencia. Mi boca se torna expresiva aunque no se mueva, su color se intensifica, es suave y sensible a palabras sin sentido, busca un objetivo en todo lo que emprende y nunca se siente afligida. Ella es la que sabe hacia dónde me dirijo, es la que cumple todos los papeles que el resto de mis sentidos no saben abarcar. Es algo así como una fiel compañera que, claramente, me sigue a todas partes, y entiende mis dilemas. Sólo estoy sentada, sintiendo.

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